Sitio desnuclearizado

Sección Sindical de CGT en Thales

miércoles, 12 de octubre de 2011

Pero, ¿de verdad están todos vendidos?

«Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar»
Marcelino Camacho (Dirigente de CCOO, un tanto confundido)

En 1978 se firman los pactos de la Moncloa que crean un nuevo marco de relaciones sociales en los inicios de esta mal-llamada “democracia” que vivimos. Se trataba de crear un ambiente de “concertación social” que superase el marco de “conflictividad social dentro de un contexto de crisis económica” (en efecto, la de ahora no es la primera crisis económica de la historia, conviene mencionarlo). Poco más o menos es la justificación que se hace para llevar a cabo estos pactos cuyo principal objetivo sería el liquidar definitivamente la contestación social al franquismo reciclado en democracia que se estaba fraguando entonces. De momento habían conseguido “domar” a los principales partidos de izquierda (PSOE/PCE), les faltaba liquidar el movimiento sindical (una de las grandes pesadillas del tardofranquismo) y para eso se firmó la paz social (Versión 1.0) con estos pactos refrendados por todos los capitostes (o líderes) políticos y sindicales, excepto CNT que en aquella época rechazó de plano aquella estafa (la CGT por entonces ni existía, aunque pronto se generaría la escisión definitiva que acabaría desembocando en estas siglas). Para una explicación de cómo se gesto aquello y de las consecuencias: http://madrid.cnt.es/historia/los-pactos-de-la-moncloa/

Como parte de estos pactos resultó la organización de los trabajadores alrededor del sistema de “comités de empresa” (RLT) elegidos mediante “elecciones sindicales”, una democratización de lo que sería el sindicato vertical de toda la vida. El modelo es por todos conocidos, cada 4 años se eligen representantes de los trabajadores (RLT) de entre las listas electorales que se presenten (estas listas deberán estar completas, es decir, con candidatos para todos y cada uno de los puestos a elegir). Los representantes electos gozarán, como tales, de una serie de privilegios que les permitan ejercer efectivamente su labor de representación (protección frente al despido, crédito horario, interlocución directa con la empresa…) y serán los encargados de negociar (y firmar, llegado el caso) los asuntos relacionados con la llamada “negociación colectiva” (es decir, tus derechos como trabajador/a). Cualquier trabajador puede presentarse en una lista, aunque siempre lo tendrá más fácil si lo hace a través de un sindicato (preferiblemente mayoritario, que son bien tolerados en las empresas) que si la lista es independiente.

La teoría nos dice que la convocatoria de elecciones sindicales correrá a cargo de los trabajadores de la empresa. La realidad es muy distinta: un sindicato “representativo” (con más de un 10% de presencia “sindical” (es decir, con delegados electos) en el sector o la empresa puede promover elecciones en cualquier empresa del sector, el resto (sindicatos minoritarios o grupos de trabajadores sin sindicación) deberían convocar una asamblea al efecto que deberá cumplir con las condiciones establecidas por ley. En la práctica, las condiciones para que un grupo de trabajadores (o un sindicato sin ese 10% de delegados sindicales) inicie el proceso son tan draconianas que muchas veces sólo se pueden convocar a instancias de los dos mayoritarios (lo que deja al arbitrio de sus ejecutivas esta cuestión, y el criterio es el propio interés de la organización, obviamente).

Por otra parte, los sindicatos reciben subvenciones (por número de delegados) para la realización de sus tareas sindicales y algún que otro emolumento extra en determinadas negociaciones (se cobra una determinada cantidad a la ejecución de un ERE en concepto de “asesoramiento”, por ejemplo). Lo de los cursos va aparte y responde a otros criterios que poco tienen que ver con lo que aquí se trata (aunque es una fuente de ingresos muy importante, de ahí el interés de las Secciones Sindicales de determinados sindicatos en publicitarlos profusamente de manera periódica).

En definitiva, el sistema de representación sindical se monta para, por un lado, facilitar la hegemonía de UGT-CCOO, como sindicatos del Sistema (participaron en su diseño y se benefician de sus resultados) y dificultar la presencia de cualquier voz discordante en el ambiente de PAZ SOCIAL que se perseguía con estos “pactos de la Moncloa” (que ahora se vuelven a pedir desde determinados sectores, no se sabe si por nostalgia, incompetencia o algún otro motivo menos confesable).

Una vez elegidos la RLT existe el mito urbano por el que de repente en la empresa en cuestión se respetan los derechos de los trabajadores, se establecen protocolos de actuación en temas de discriminación, acoso, planes de formación, mejoras en la retribución de los trabajadores, prevención de riesgos…¿Es esto cierto? Sí y no. En efecto, se crea un organismo denominado comité de prevención de riesgos laborales, se pide información a la empresa sobre la formación que se da a los trabajadores (no reírse), se establece (muchas veces) un protocolo relativo a los riesgos psicosociales, se piden mejorar retributivas para el conjunto de la plantilla y se atiende a las reclamaciones de los trabajadores en materia laboral…y al final, la empresa sigue funcionando como el cortijo que era previamente a las elecciones: la “formación” se sigue haciendo a base de cursos más o menos relacionados con las necesidades de los trabajadores (es una lotería que te den un curso que tenga que ver con lo que haces o lo que vas a hacer), la remuneración está en manos de la empresa en virtud del artículo 33 (artículo 7, en nuestro Clonvenio), el plan de riesgos psicosociales se convierte en una herramienta que utilizará la empresa para evitar denuncias por mobbing (¿alguien pensaba que el objetivo era otro?), etc.

Y no es que no haya gente maja metida en los comités (incluso, cosa rara, en los sindicatos), aunque no es nuestro caso (evidentemente), hay muchos trabajadores que honestamente intentan (y en ocasiones consiguen) mejorar las condiciones de sus compañeros, lo que les llega a costar no pocos disgustos y les quita horas de sueño. El problema es que todas estas luchas, negociaciones, acuerdos y desacuerdos quedan sistemáticamente fuera de la decisión de los trabajadores que se limitan a elegir a quienes tendrán esa potestad durante 4 años y que decidirán cuándo es tiempo de negociar (siempre) y cuándo es tiempo de levantarse de la silla y luchar (nunca). Así, para el empresario (emprendedor) resulta muy fácil tener controlados a los 13/15/17... Individuos/as que conforman la RLT de su empresa. Primero porque identifica mejor a quién hay que dirigirse, segundo porque una parte de esas personas atenderá sus intereses privados por encima del beneficio común de los trabajadores (es inevitable: somos humanos y, a veces, mezquinos y aprovechados), lo que les hace sobornables, y tercero porque resulta relativamente fácil aislarles de sus entornos mediante la coacción, las amenazas (más o menos veladas) y el engaño, en caso de que no quieran pasar por el aro.

Debemos reflexionar si realmente los sistemas basados en la “representación democrática” de concertación sirven realmente a los intereses de clase que deberíamos buscar o si, por el contrario, están creando más problemas que soluciones. ¿No sería mejor que fuesen las asambleas las que marcasen el sentido de la lucha y las condiciones de la negociación? ¿Es lógico que luchar por “la negociación colectiva” en vez de por los “derechos colectivos”? ¿Tan importante es la negociación que acaba convirtiéndose en un motivo de lucha? ¿No se pierden demasiadas energías (y personal) en buscar entrar en los órganos de representación para que luego se encuentren atados de pies y manos? ¿No nos estaremos equivocando al participar de un sistema que fomenta la corrupción y las oligarquías?

"Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada"
Mijail Bakunin (Teórico anarquista)

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